Divulgación oftalmológica

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La degeneración macular, uno de los mayores riesgos para la visión en la edad adulta

La mácula es una pequeña área de la retina responsable de la visión central y de los detalles más finos, por ejemplo nos permite leer, coser o discriminar caras. Con la edad, la mácula puede sufrir daños por degeneración y/o deterioro, de hecho, la edad es uno de los factores de riesgo para que se desarrolle una patología frecuente como la degeneración macular asociada a la edad (DMAE). Otros factores de riesgo que contribuyen en el desarrollo de esta enfermedad son: la procedencia étnica, factores genéticos, factores cardiovasculares, factores nutricionales y el tabaco.

En concreto, la degeneración macular es una enfermedad retiniana degenerativa y progresiva, en la que se ven afectadas varias estructuras y provoca daños en la retina suprayacente. Aparece normalmente, a partir de los 50 o 60 años y es la primera causa de ceguera legal en los países desarrollados y la tercera causa mundial.

Las manifestaciones clínicas que se pueden desarrollar son:

  • Visión borrosa que se aprecia al observar objetos tanto distantes como cercanos, éste puede ser el síntoma inicial.
  • Metamorfopsias: se produce distorsión de las imágenes y las líneas rectas se ven torcidas.
  • Variaciones en el tamaño de la imagen,macropsias, significa que se produce  un aumento del tamaño de la imagen y micropsias, disminuye el tamaño de la imagen.

La visión inicialmente puede ser prácticamente normal, no obstante el sujeto percibe distorsión de las imágenes cuando las fases son más avanzadas. Suele aparecer un escotoma central (área de ceguera o mancha oscura fija dentro del campo de visión central) que va aumentando su tamaño y profundidad paralelamente con la progresión de la enfermedad, y esto causa un deterioro importante y progresivo de la agudeza visual.

Aun siendo una de las patologías que más afectan a la sociedad, los pacientes no suelen reconocerla y le restan importancia a la pérdida visual que se manifiesta. Se ha demostrado que al no tratarse de manera precoz puede conllevar consecuencias muy perjudiciales para la visión.

La DMAE puede ser:

– Seca o atrófica: Es la forma más frecuente y la causante del 90% de los casos. Se produce un deterioro gradual de la visión que puede desarrollarse en un período de meses e incluso años. Suelen verse afectados ambos ojos, pero de manera asimétrica.

– Húmeda o exudativa: Esta modalidad es la menos frecuente, abarca al 10% de los casos, pero su pronóstico es peor. Está asociada a una progresión inicial más rápida (días o semanas) que suele llevar a una alteración de la visión muy grave.  El principal signo que aprecia el oftalmólogo es el sangrado y/o engrosamiento macular debido a la aparición de una membrana neovascular subretiniana o una red de neovascularización coridea (crecimiento de nuevos vasos sanguíneos que crecen bajo la mácula).

En esta patología es de vital importancia realizar un diagnóstico precoz y un tratamiento adecuado.  Sin embargo, no existen tratamientos que rehabiliten por completo la función visual, pero sí que existen ciertas terapias farmacológicas (inyecciones intravítreas con fármacos inhibidores del factor de crecimiento vascular endotelial denominada Terapia anti-VEGF), hábitos personales y suplementos vitamínicos que pueden ralentizar, y en ocasiones detener, el proceso degenerativo.

Otras terapias como la fotocoagulación láser focal o la terapia fotodinámica han caído en desuso.

Inyecciones intravítreas

Se ha demostrado en diversos estudios que el tratamiento más eficaz para paliar la DMAE exudativa es mediante la inyección intravítrea de anti-VEGF. Puesto que se ha observado que el VEGF es uno de los principales factores en el desarrollo de la angiogénesis, por lo que,  inhibir su acción es la opción más adecuada y eficaz para ralentizar el proceso.

Los nuevos métodos terapéuticos emergentes que están en fase de ensayo clínico son mediante terapias génicas y terapias basadas en células madre.

DMAE